domingo, 27 de enero de 2013

“La intervención educativa. Un campo emergente en México”


Rugarcía, Armando Torres (1996).  Educar en valores. Universidad Iberoamericana G. C. Puebla, México pp 11-23.

La intervención educativa es, sin duda, un modo de allegarnos a la mejora continua de los procesos de aprendizaje en las sociedades. El hecho de intervenir de modo positivo para producir un mayor interés en la educación en los alumnos, padres de familia y en los maestros es una tarea que eleva a calidad de vida de una comunidad creando gente que piensa sobre sí mismo de una mejor manera y que continúa pensando en el bienestar de los demás.


En México es urgente llevar a la práctica este tipo de intervenciones, sobre todo y con urgencia, en las zonas donde los índices de marginación son altos. Cuando hay más de dos involucrados, alumno y maestro, se presta el ambiente para innovar. Al involucrarse padres de familia y autoridades en temas educativos de manera directa en las escuelas, se motiva a mejorar las prácticas docentes y, aún más si se les incentiva, no necesariamente de manera económica. 


Teresa de Jesús Negrete Arteaga al investigar sobre este tema, se valió de 190 páginas web que hablan sobre nociones de intervención educativa a la par que rastreó proyectos y experiencias. Fue en el Departamento de Investigaciones Educativas donde se puso el andamiaje para analizar tales avances y edificar sobre ellos las nuevas propuestas a aplicar para mejorar la educación. 


Después de revisar tales contenidos relacionados con la intervención educativa, se detectó una tendencia en las escuelas a descentralizar los contenidos dados a los alumnos con el fin de aterrizarlos a la realidad próxima del educando. Tales factores de cambio se pueden resumir de la siguiente forma:


a) Otros espacios. Refiere a involucrar instituciones y personas que comúnmente están fuera del contexto del aula. 

b) Diversos modos de abordar el quehacer educativo. Se refiere a ubicar de manera singular lo enseñado a los alumnos según el lugar en el que se encuentren y su tiempo.

c) La tarea educativa como medio. El fin no es la tarea educativa sino algo más sublime, como la mejora continua de la calidad de vida en todos sus aspectos de la persona. La tarea educativa es una herramienta.

d) Los contenidos educativos no están previstos e incluyen temas y problemas múltiples. Diversos temas no son tocados por los planes y programas de estudio, ya que estos pertenecen a un ámbito muy particular, más especializado o que se ha incluido en contenidos de grados de estudio más elevados.  Tales temas pueden ser de salud, sexualidad, familia, inclusión social, medio ambiente, desarrollo comunitario, entre otros.



Tales modificaciones enriquecen los contenidos y los llevan a un marco más aplicable y comprensible. Michel Foucault (1951, 59) describe esto como un “campo práctico en el cual se despliega”, lo que significa que de cada contenido se pueden desplegar otros tantos que impregnen el conocimiento en la memoria de los estudiantes dándole un mayor significado.



Ahora bien, 51.05% de los sitios web visitados, hablan de algún modo de la intervención educativa aludiendo a experiencias de acción. El 48.94% habla en base a procesos de formación, no obstante, de los procesos de formación, sólo el 8% refiere en la web a la formación de docentes, el resto a la formación de profesionales en educación, como pedagogos o estudiosos de las corrientes epistemológicas relativas a la educación.


Algo destacable y con lo que se concluye, es que es de suma trascendencia que, actualmente, las instituciones de educación superior, se están dando a la tarea de incluir en su quehacer talleres, cursos o demás modalidades de enseñanza que permiten al docente empaparse de conocimientos más profundos y diversos para poder impartir sus clases con mayor calidad ya que la interacción con grupos de trabajo distintos genera un acervo académico y cultural más grande. Muchos de los conocimientos que cualquier ser humano posee se deben a que los obtuvo por la experiencia o porque alguien más, de viva voz, le ha contado la propia. Esto hace que se destaquen muchos conocimientos no incluidos de manera formal en un programa pero que de manera oral se transmiten y son de gran provecho para quien los recibe.


La intervención educativa en este contexto, logro descubrir que es necesario fomentar de algún modo más cuidadoso la propagación de ciertos conocimientos que por ser de índole empírica, no se les ha dado el valor que merecen, siendo trascendente tomarlos en cuenta para llevar el conocimiento a la práctica en situaciones reales.

Victoriano Téllez Pérez

"Educar para vivir, vivir para educar”

Rugarcía, Armando Torres (1996). Educar en Valores. Universidad Iberoamericana G. C. Puebla, México pp 11-23.


El proceso educativo es un acto de amor entre los seres humanos, ya que compartimos entre si lo que sabemos, lo que tenemos, lo que sentimos, lo que queremos, lo que necesitamos; así en cada circunstancia estamos aprendiendo a dar y a recibir, haciendo de nuestra vida un constante aprendizaje. Rugarcía, (1996) nos dice que la enseñanza es necesariamente un acto de amor, o mejor dicho, una sucesión de actos de amor.



En el proceso de enseñanza-aprendizaje organizado y consciente, se buscan cambios profundos y radicales en las personas, tanto de la mente (conocimientos y formas de pensar), como del corazón (sentimientos); lo que implica cambiar los paradigmas. A este proceso de Educación, Rugarcía, (1996) lo llama “revolución amorosa”, así el hombre se va humanizando.



La educación informal se da durante toda la vida, intercambiando los roles de educador y educando, sin una relación formal.



En la educación formal, generalmente escolarizada, cada elemento toma su rol, el de educador y el de educando. Aquí es en donde cobra mucha importancia la vocación del educador; que lo sea por convicción, por amor a los seres humanos (niños, adolescentes, jóvenes y adultos) según el nivel de escolaridad o de desarrollo intelectual y emocional; buscando ese cambio formativo, que les ayude a saber vivir mejor, en todos los aspectos. En la actualidad, Rugarcía nos dice que “la Educación – la verdadera educación – ha muerto y que el hombre está olvidado”; esto en gran parte es cierto, ya que la “educación escolarizada” está respondiendo más a la capacitación de “recursos humanos para la productividad”, dejando a un lado o minimizando la formación integral de las personas para saber vivir. Incluso la mayoría de los padres de familia de los menores y los propios alumnos le dan mayor importancia a la adquisición de conocimientos y al desarrollo de destrezas para el trabajo y así tener los medios para adquirir satisfactores materiales , que a la educación en valores para convivir y buscar la felicidad.


 

Actualmente se establecen criterios de “calidad educativa”, promoviendo el “ conocimiento mecánico, memorístico y/o utilitarista”, con el uso de recursos materiales tecnológicos y didácticos; estos últimos si ayudan al proceso educativo, pero no son la solución. Por el contrario, se va olvidando la formación humana, tanto de educadores y educandos, así como de sus familias, lo que está provocando una crisis en el desarrollo humano, la deshumanización, en donde importan más las cosas que los humanos. 



En la mayoría de las poblaciones, ciudades, instituciones, organizaciones, etc. Nos quejamos de tantos problemas como la injusticia, las agresiones, los robos, las enfermedades, etc. Pensando que es el proceso de decadencia inevitable de la humanidad.



Ante esta situación preocupante y caótica. Rugarcia, (1996) nos propone  “ la formación en valores como el único antídoto que puede rescatar al hombre… que resucite todas las dimensiones olvidadas”.  Que forme al hombre integral, desde la familia, la escuela y en la sociedad.  Es necesario que los docentes nos concienticemos y rescatemos el verdadero sentido de la educación, promoviendo una “revolución docente” que rescate el verdadero “ ser de la educación”: “Educar para vivir”. Que reaprendamos a conocer y practicar una educación humanizante. Se trata no de enseñar y aprender memorísticamente los valores, las leyes y las normas, si no de  reconocer los ¿por qué? y ¿Para que?, poniéndolos en práctica y conocer sus beneficios para nosotros mismos y los demás.



“El camino pasa por la triada que ya identifica  el “Credo pedagógico” de Rugaría: Formar a los alumnos en la comprensión de conocimientos, desarrollo de sus habilidades de pensamiento crítico y creativo y la vivencia de actitudes acordes con los valores que se van descubriendo y asumiendo como válidos”



Se trata de que “cada persona o educando sea capaz de construir su propio camino”, su propia vida, con ese espíritu de libertad y responsabilidad que debemos desarrollar. Aprendiendo y comprendiendo conocimientos, habilidades y desarrollando actitudes firmemente asumidas que avalen y sustenten una vida que valga la pena ser vivida”



Formar en valores implica tres elementos: Formar en un clima de diálogo, dando su capacidad de dar razón de sus decisiones y que asuma sus consecuencias, con responsabilidad.



El ser humano es capaz de transformarse individualmente y de transformar a los demás; en el aspecto científico, tecnológico y humanista, en un ambiente democrático y de libertad.



Rugarcía, (1996) parafrasea al padre General de los Jesuitas diciendo que “ los valores se descubren con el intelecto, se sienten con el corazón, se viven con todo el ser”. Este cambio es necesario en todos los agentes, especialmente entre los docentes “ transformando “la mente y el corazón de los maestros”, por la verdadera conversión intelectual y moral” de los docentes; así como con los educandos y sus padres o tutores.



La educación es un valor fundamental, lo que orienta a Armando Rugarcía en todas sus funciones docentes universitarias; la idea fundamental  es “hacer crecer” a los demás, educando para sus acciones y decisiones. El agente principal de cambio es el docente.



Los valores dan sentido a la vida personal y social, ya que “vale la pena vivir y entregar la vida a la preocupación , cultivo, cuidado y servicio de los demás”, aún remando contra corriente.



Es necesario revalorar la ética personal y profesional, superando las costumbres de la moralidad actual. Esto implica fomentar el respeto de las personas como son y de la naturaleza para propiciar el bienestar en el ambiente natural y social en el que se vive; promoviendo un cambio propositivo.



Lo fundamental es la transformación de la persona que se estructura dinámicamente con el conocimiento de si mismo, apropiándose de si mismo y de su mundo que le rodea, tratando de entender el ser y el quehacer de la educación; “eso entendido e conceptualiza, se formula y se define para elaborar juicios de verdad que justifiquen racionalmente y den razones de la realidad educativa sin retoques ni distorsiones ideológicas” Rugarcia, (1996).



Lonergan afirma que: Atender, entender y juzgar son los supuestos para valorar y decidirnos” en lo que aprendemos, entendemos, comprendemos y usamos para satisfacer nuestras necesidades individuales y comunitarias; así somos capaces de transformar nuestra realidad y nuestro entorno.


Victoriano Téllez Pérez

        


“El sentido del docente y sus consecuencias en la educación”

Rugarcía, Armando Torres (1996). El sentido docente y sus consecuencias e la Educación, en Educar en Valores. Universidad Iberoamericana G. C. Puebla, México pp 51-71.


La enseñanza docente se ha buscado, desde que la educación formal se inició, sea de mayores contenidos de los que se pueden ofrecer en un hogar. Si los padres pudieron alcanzar un grado de estudios avanzados será muy probable que al alumno no se le dificulte demasiado comprender ciertos conceptos, ya que sus padres le pueden guiar en el entendimiento de estos. No obstante, la tarea de los padres no incluye necesariamente instruir a sus hijos en cuestiones científicas y técnicas. Es por ello que se implementaron las escuelas o los centros de educación donde se reúnen educadores y educandos  cuyo fin más importante es conocer por niveles lo que la sociedad humana ha descubierto, inventado y comprendido valiéndose de todo cuanto le rodea e incluso de sí mismo. 


Tales perspectivas de educación a la verdad no han seguido un patrón constante de crecimiento y maduración. Dependiendo de la sociedad y de las situaciones que se estén desenvolviendo en esos tiempos la educación tendrá progresos en sus métodos o retrocesos. Actualmente, se han detectado algunas barreras que han perjudicado la labor de los docentes. Tales problemas tienen como punta de iceberg la apatía para aprender por parte de los educandos  o los grupos numerosos atendidos por un solo maestro. Esto ha llevado a los estudiosos en el tema a replantear las bases del porqué se educa y retrasar los caminos para no perder el sendero correcto. No se lleva a la escuela al estudiante para simular que aprende, sino para que lo que logre comprender le sirva en un futuro para aplicarlo en la vida. 


Se ha revisado el enfoque pedagógico que está detrás de  la acción educativa. En otras palabras, se ha revisado la razón de ser de la labor docente. Es posible situar la problemática dentro de tres enfoques pedagógicos: centrado en la materia enseñada, en el alumno y en lo social. 


El primer enfoque refiere a que los contenidos deben provocar que el estudiante se comprometa con un interés genuino en comprender cuanto se desea que aprenda. Par ello, en primera instancia, debe comprender de manera básica por qué debe aprender. Si a un ser humano se le educa mediante premios y castigos, se verá que su comportamiento no seguirá una ruta creativa.


El segundo enfoque trata sobre el interés que el alumno ponga en sus estudios, fruto de estar motivado por la utilidad de los mismos conocimientos. Al hacer esto se genera un compromiso para intentar aprender cuanto el maestro pueda mostrarle para su bien.


El docente, por su parte, debe aportar a la mente de sus estudiantes conocimientos de acuerdo a su contexto cultural, político y económico, dándole un sentido realista.


En conclusión, la vida estudiantil del educando debe estar profundamente ligada a su contexto para adquirir un significado que le permita aplicar lo que aprende. El educador debe provocar en el estudiante el interés por aprender mostrándole que ello le servirá en un futuro dejándolo desenvolverse lo más posible para aprender más por interés que por imposición.

Victoriano Téllez Pérez


sábado, 12 de enero de 2013