domingo, 27 de enero de 2013

"Educar para vivir, vivir para educar”

Rugarcía, Armando Torres (1996). Educar en Valores. Universidad Iberoamericana G. C. Puebla, México pp 11-23.


El proceso educativo es un acto de amor entre los seres humanos, ya que compartimos entre si lo que sabemos, lo que tenemos, lo que sentimos, lo que queremos, lo que necesitamos; así en cada circunstancia estamos aprendiendo a dar y a recibir, haciendo de nuestra vida un constante aprendizaje. Rugarcía, (1996) nos dice que la enseñanza es necesariamente un acto de amor, o mejor dicho, una sucesión de actos de amor.



En el proceso de enseñanza-aprendizaje organizado y consciente, se buscan cambios profundos y radicales en las personas, tanto de la mente (conocimientos y formas de pensar), como del corazón (sentimientos); lo que implica cambiar los paradigmas. A este proceso de Educación, Rugarcía, (1996) lo llama “revolución amorosa”, así el hombre se va humanizando.



La educación informal se da durante toda la vida, intercambiando los roles de educador y educando, sin una relación formal.



En la educación formal, generalmente escolarizada, cada elemento toma su rol, el de educador y el de educando. Aquí es en donde cobra mucha importancia la vocación del educador; que lo sea por convicción, por amor a los seres humanos (niños, adolescentes, jóvenes y adultos) según el nivel de escolaridad o de desarrollo intelectual y emocional; buscando ese cambio formativo, que les ayude a saber vivir mejor, en todos los aspectos. En la actualidad, Rugarcía nos dice que “la Educación – la verdadera educación – ha muerto y que el hombre está olvidado”; esto en gran parte es cierto, ya que la “educación escolarizada” está respondiendo más a la capacitación de “recursos humanos para la productividad”, dejando a un lado o minimizando la formación integral de las personas para saber vivir. Incluso la mayoría de los padres de familia de los menores y los propios alumnos le dan mayor importancia a la adquisición de conocimientos y al desarrollo de destrezas para el trabajo y así tener los medios para adquirir satisfactores materiales , que a la educación en valores para convivir y buscar la felicidad.


 

Actualmente se establecen criterios de “calidad educativa”, promoviendo el “ conocimiento mecánico, memorístico y/o utilitarista”, con el uso de recursos materiales tecnológicos y didácticos; estos últimos si ayudan al proceso educativo, pero no son la solución. Por el contrario, se va olvidando la formación humana, tanto de educadores y educandos, así como de sus familias, lo que está provocando una crisis en el desarrollo humano, la deshumanización, en donde importan más las cosas que los humanos. 



En la mayoría de las poblaciones, ciudades, instituciones, organizaciones, etc. Nos quejamos de tantos problemas como la injusticia, las agresiones, los robos, las enfermedades, etc. Pensando que es el proceso de decadencia inevitable de la humanidad.



Ante esta situación preocupante y caótica. Rugarcia, (1996) nos propone  “ la formación en valores como el único antídoto que puede rescatar al hombre… que resucite todas las dimensiones olvidadas”.  Que forme al hombre integral, desde la familia, la escuela y en la sociedad.  Es necesario que los docentes nos concienticemos y rescatemos el verdadero sentido de la educación, promoviendo una “revolución docente” que rescate el verdadero “ ser de la educación”: “Educar para vivir”. Que reaprendamos a conocer y practicar una educación humanizante. Se trata no de enseñar y aprender memorísticamente los valores, las leyes y las normas, si no de  reconocer los ¿por qué? y ¿Para que?, poniéndolos en práctica y conocer sus beneficios para nosotros mismos y los demás.



“El camino pasa por la triada que ya identifica  el “Credo pedagógico” de Rugaría: Formar a los alumnos en la comprensión de conocimientos, desarrollo de sus habilidades de pensamiento crítico y creativo y la vivencia de actitudes acordes con los valores que se van descubriendo y asumiendo como válidos”



Se trata de que “cada persona o educando sea capaz de construir su propio camino”, su propia vida, con ese espíritu de libertad y responsabilidad que debemos desarrollar. Aprendiendo y comprendiendo conocimientos, habilidades y desarrollando actitudes firmemente asumidas que avalen y sustenten una vida que valga la pena ser vivida”



Formar en valores implica tres elementos: Formar en un clima de diálogo, dando su capacidad de dar razón de sus decisiones y que asuma sus consecuencias, con responsabilidad.



El ser humano es capaz de transformarse individualmente y de transformar a los demás; en el aspecto científico, tecnológico y humanista, en un ambiente democrático y de libertad.



Rugarcía, (1996) parafrasea al padre General de los Jesuitas diciendo que “ los valores se descubren con el intelecto, se sienten con el corazón, se viven con todo el ser”. Este cambio es necesario en todos los agentes, especialmente entre los docentes “ transformando “la mente y el corazón de los maestros”, por la verdadera conversión intelectual y moral” de los docentes; así como con los educandos y sus padres o tutores.



La educación es un valor fundamental, lo que orienta a Armando Rugarcía en todas sus funciones docentes universitarias; la idea fundamental  es “hacer crecer” a los demás, educando para sus acciones y decisiones. El agente principal de cambio es el docente.



Los valores dan sentido a la vida personal y social, ya que “vale la pena vivir y entregar la vida a la preocupación , cultivo, cuidado y servicio de los demás”, aún remando contra corriente.



Es necesario revalorar la ética personal y profesional, superando las costumbres de la moralidad actual. Esto implica fomentar el respeto de las personas como son y de la naturaleza para propiciar el bienestar en el ambiente natural y social en el que se vive; promoviendo un cambio propositivo.



Lo fundamental es la transformación de la persona que se estructura dinámicamente con el conocimiento de si mismo, apropiándose de si mismo y de su mundo que le rodea, tratando de entender el ser y el quehacer de la educación; “eso entendido e conceptualiza, se formula y se define para elaborar juicios de verdad que justifiquen racionalmente y den razones de la realidad educativa sin retoques ni distorsiones ideológicas” Rugarcia, (1996).



Lonergan afirma que: Atender, entender y juzgar son los supuestos para valorar y decidirnos” en lo que aprendemos, entendemos, comprendemos y usamos para satisfacer nuestras necesidades individuales y comunitarias; así somos capaces de transformar nuestra realidad y nuestro entorno.


Victoriano Téllez Pérez

        


2 comentarios:

  1. El Dr. Rugarcia afirma que la educación es un acto de amor, y puedo afirmar que estos actos de amor se demuestran con la covación de servir a la comunidad edcativa.

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  2. Los jesuitas, ya en otro blog hacía la observación de que el Dr. Rugarcía fue Rector de la UIA, señalan: "Educar es un acto de amor no exento de disciplina". Cada docente, cada alumno interpreta y vive esta expresión a su manera.

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