Rugarcía, Armando Torres (1996). Educar en Valores. Universidad Iberoamericana G. C.
Puebla, México pp 11-23.
El proceso educativo es un acto de amor entre los
seres humanos, ya que compartimos entre si lo que sabemos, lo que tenemos, lo
que sentimos, lo que queremos, lo que necesitamos; así en cada circunstancia
estamos aprendiendo a dar y a recibir, haciendo de nuestra vida un constante
aprendizaje. Rugarcía, (1996) nos dice que la enseñanza es necesariamente un
acto de amor, o mejor dicho, una sucesión de actos de amor.
En el
proceso de enseñanza-aprendizaje organizado y consciente, se buscan cambios
profundos y radicales en las personas, tanto de la mente (conocimientos y
formas de pensar), como del corazón (sentimientos); lo que implica cambiar los paradigmas.
A este proceso de Educación, Rugarcía, (1996) lo llama “revolución amorosa”,
así el hombre se va humanizando.
La
educación informal se da durante toda la vida, intercambiando los roles de
educador y educando, sin una relación formal.
En la educación formal, generalmente
escolarizada, cada elemento toma su rol, el de educador y el de educando. Aquí
es en donde cobra mucha importancia la vocación del educador; que lo sea por
convicción, por amor a los seres humanos (niños, adolescentes, jóvenes y
adultos) según el nivel de escolaridad o de desarrollo intelectual y emocional;
buscando ese cambio formativo, que les ayude a saber vivir mejor, en todos los
aspectos. En la actualidad, Rugarcía nos dice que “la Educación – la verdadera
educación – ha muerto y que el hombre está olvidado”; esto en gran parte es
cierto, ya que la “educación escolarizada” está respondiendo más a la
capacitación de “recursos humanos para la productividad”, dejando a un lado o
minimizando la formación integral de las personas para saber vivir. Incluso la
mayoría de los padres de familia de los menores y los propios alumnos le dan
mayor importancia a la adquisición de conocimientos y al desarrollo de
destrezas para el trabajo y así tener los medios para adquirir satisfactores
materiales , que a la educación en valores para convivir y buscar la felicidad.
Actualmente se establecen criterios de “calidad educativa”, promoviendo
el “ conocimiento mecánico, memorístico y/o utilitarista”, con el uso de
recursos materiales tecnológicos y didácticos; estos últimos si ayudan al
proceso educativo, pero no son la solución. Por el contrario, se va olvidando
la formación humana, tanto de educadores y educandos, así como de sus familias,
lo que está provocando una crisis en el desarrollo humano, la deshumanización,
en donde importan más las cosas que los humanos.
En la
mayoría de las poblaciones, ciudades, instituciones, organizaciones, etc. Nos
quejamos de tantos problemas como la injusticia, las agresiones, los robos, las
enfermedades, etc. Pensando que es el proceso de decadencia inevitable de la
humanidad.
Ante
esta situación preocupante y caótica. Rugarcia, (1996) nos propone “ la formación en valores como el único
antídoto que puede rescatar al hombre… que resucite todas las dimensiones
olvidadas”. Que forme al hombre
integral, desde la familia, la escuela y en la sociedad. Es necesario que los docentes nos
concienticemos y rescatemos el verdadero sentido de la educación, promoviendo
una “revolución docente” que rescate el verdadero “ ser de la educación”: “Educar para vivir”. Que reaprendamos a
conocer y practicar una educación humanizante. Se trata no de enseñar y
aprender memorísticamente los valores, las leyes y las normas, si no de reconocer los ¿por qué? y ¿Para que?,
poniéndolos en práctica y conocer sus beneficios para nosotros mismos y los demás.
“El
camino pasa por la triada que ya identifica
el “Credo pedagógico” de
Rugaría: Formar a los alumnos en la comprensión de conocimientos, desarrollo de
sus habilidades de pensamiento crítico y creativo y la vivencia de actitudes
acordes con los valores que se van descubriendo y asumiendo como válidos”
Se
trata de que “cada persona o educando sea capaz de construir su propio camino”,
su propia vida, con ese espíritu de libertad y responsabilidad que debemos
desarrollar. Aprendiendo y comprendiendo conocimientos, habilidades y
desarrollando actitudes firmemente asumidas que avalen y sustenten una vida que
valga la pena ser vivida”
Formar en
valores implica tres elementos: Formar en un clima de diálogo, dando su
capacidad de dar razón de sus decisiones y que asuma sus consecuencias, con
responsabilidad.
El ser
humano es capaz de transformarse individualmente y de transformar a los demás;
en el aspecto científico, tecnológico y humanista, en un ambiente democrático y
de libertad.
Rugarcía,
(1996) parafrasea al padre General de los Jesuitas diciendo que “ los valores
se descubren con el intelecto, se sienten con el corazón, se viven con todo el
ser”. Este cambio es necesario en todos los agentes, especialmente entre los
docentes “ transformando “la mente y el corazón de los maestros”, por la
verdadera conversión intelectual y moral” de los docentes; así como con los
educandos y sus padres o tutores.
La
educación es un valor fundamental, lo que orienta a Armando Rugarcía en todas
sus funciones docentes universitarias; la idea fundamental es “hacer crecer” a los demás, educando para
sus acciones y decisiones. El agente principal de cambio es el docente.
Los
valores dan sentido a la vida personal y social, ya que “vale la pena vivir y
entregar la vida a la preocupación , cultivo, cuidado y servicio de los demás”,
aún remando contra corriente.
Es
necesario revalorar la ética personal y profesional, superando las costumbres
de la moralidad actual. Esto implica fomentar el respeto de las personas como
son y de la naturaleza para propiciar el bienestar en el ambiente natural y
social en el que se vive; promoviendo un cambio propositivo.
Lo
fundamental es la transformación de la persona que se estructura dinámicamente
con el conocimiento de si mismo, apropiándose de si mismo y de su mundo que le
rodea, tratando de entender el ser y el quehacer de la educación; “eso
entendido e conceptualiza, se formula y se define para elaborar juicios de
verdad que justifiquen racionalmente y den razones de la realidad educativa sin
retoques ni distorsiones ideológicas” Rugarcia, (1996).
Lonergan afirma
que: Atender, entender y juzgar son los supuestos para valorar y decidirnos” en
lo que aprendemos, entendemos, comprendemos y usamos para satisfacer nuestras
necesidades individuales y comunitarias; así somos capaces de transformar
nuestra realidad y nuestro entorno.
Victoriano Téllez Pérez
El Dr. Rugarcia afirma que la educación es un acto de amor, y puedo afirmar que estos actos de amor se demuestran con la covación de servir a la comunidad edcativa.
ResponderEliminarLos jesuitas, ya en otro blog hacía la observación de que el Dr. Rugarcía fue Rector de la UIA, señalan: "Educar es un acto de amor no exento de disciplina". Cada docente, cada alumno interpreta y vive esta expresión a su manera.
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